martes, 25 de noviembre de 2008

La mente, la percepción del tiempo y la realidad



What if you slept?And what if, in you sleep, you dreamed?And what if, in your dream, you went to Heavenand there plucked a rare and beautiful flower?And what if, when you awoke, you had the flower in your hand?Ah, what thenSamuel Taylor Coleridge (1)



El mundo que existía hace 15 años ya no existe. Tampoco el que existía hace 15 minutos. Pero queda el testimonio de su existencia en mi recuerdo, y en el de cada una de las personas que compartieron conmigo aquellos mundos, y en mí mismo, en el que soy en este momento.

Siento vértigo al pensar que en el mejor de los casos ya he vivido la mitad de mi vida. Increíble. Hace unos minutos miraba a un niño que estaba jugando en el patio de una casa. Me asaltó la idea de que cuando él tenga la edad que yo tengo ahora, en el mejor de los casos, estaré cercano a mi muerte.

Todo lo que veo a mi alrededor tarde o temprano dejará de existir. Las casas, los autos, la calle, los árboles, las montañas, el mar, las personas. Todo. ¿Existe alguna cosa que podamos considerar permanente?

¿Qué diferencia hay entre el imperio romano y mi experiencia observando aquel niño? Desde cierto punto de vista, ambos mundos tienen en este momento el mismo nivel de no existencia.

Hablando sobre estas cuestiones es imposible no recordar el aforismo de Gurdjieff: “Uno de los mejores medios para despertar el deseo de trabajar sobre sí mismo es el darse cuenta que usted puede morir en cualquier momento. Pero primero debe aprender cómo tenerlo presente”, o la idea de Castaneda de “tener a la muerte como consejera”.

La percepción del tiempo es subjetiva. Al no estar consciente, uno vive el paso del tiempo en forma discreta, fragmentada, llenando con imaginación los “espacios” entre las experiencias que nos es dado vivir. La percepción de “Funes el Memorioso”, cuento homónimo de Jorge Luis Borges, no existe. Y es deseable que no exista: la memoria perfecta no permitiría experimentar el presente.

La actividad mental generalmente se proyecta hacia el futuro o explora el pasado en asociaciones mecánicas. Rara vez, la mente se ocupa del presente. La mente en el presente nos demanda un esfuerzo consciente, que sólo es posible desplegar luego de años de entrenamiento.

Lo que podemos tener entonces son sólo momentos. El mundo corre, es cierto, y uno corre detrás. A veces la vorágine se detiene gracias a alguna impresión fuerte y tenemos la mágica oportunidad de vivir un tiempo precioso. En el intento de exponernos a impresiones que nos permitan “poner un palo en la rueda”, hay una clave valiosa que puede permitirnos explorar el mundo de otra forma.

El entendimiento de esta noción de tiempo subjetivo, nos pone en el compromiso de encontrar un lugar interior desde donde experimentar lo que nos es dado vivir, de manera única e intensa. Hay un espacio interior en donde el tiempo puede pasar muy lentamente, y con una intensidad emocional que la mayoría de las personas han experimentado en algún momento de sus vidas.

Ese lugar interior, es un lugar relacionado con la “maravilla”. En una preciosa noche en el campo, uno ha tomado vino y la cosa ha hecho su trabajo a la perfección. Uno tiene la oportunidad de sentarse a observar un cielo estrellado como pocas veces uno a visto en su vida. Uno piensa en la inconmensurable distancia, en el paso del tiempo, y al mismo tiempo uno siente el cuerpo respirando, viviendo, pulsando, y en las casualidades increíbles que tuvieron que darse para que uno esté allí en ese momento. Y el vértigo comienza. Entonces, uno se da cuenta de sí mismo observando todo esto. Y uno se maravilla todavía más profundamente del fenómeno del la consciencia: un poco de materia que puede darse cuenta de sí misma y de lo que lo rodea. Uno se siente infinitamente pequeño e insignificante, sobrecogido, y al mismo tiempo ocupando un lugar en el universo.

Este pensamientoimpresiónsentimiento que intento describir con palabras, está allí disponible en todo momento de nuestras vidas. Sólo tenemos que intentar el gesto interior que nos conecte con este estado. Este contacto con la “maravilla” alimentará mi búsqueda y la mantendrá viva a los largo de mi vida.

Al mismo tiempo, todas estas son sólo palabras que en parte vienen desde ese mismo andamiaje cognitivo que no me permite experimentar el mundo en forma directa. Entonces, ¿qué sentido tiene el hecho de que me siente a escribir todo esto?

La mente puede ser una ayuda en este Trabajo. Con una mente astuta y entrenada puedo elegir exponerme a las impresiones que me ayuden en mi búsqueda. Aunque, el pensamiento puro pocas veces ayuda. La mente ordinaria y reactiva, la mente mecánica, es la que no sirve para dilucidar cuestiones relacionadas con el Trabajo.

Una de las dificultades o debilidades del acercamiento mental es la dualidad. La mente ordinaria no entiende sobre grises. Las cosas son filtradas a través de blanco o negro, positivo o negativo, bueno o malo, y nos perdemos los matices, una infinita gama de grises que está entre medio.

Sin embargo, el Trabajo es un sistema de conocimiento, y como tal, necesariamente es posible formular la teoría y el método. Pero debemos tener perfectamente clara la idea de que no es lo mismo “la realidad” que el “conocimiento de la realidad”. Esta es una verdad que formulada parece evidente. A pesar de ello, esta confusión es la fuente de infinidad de malentendidos y equivocaciones.

La comprensión cabal de este concepto, no es lo mismo “la realidad” que el “conocimiento de la realidad”, se encuentra en un breve texto de Jorge Luis Borges que está en “El Hacedor” bajo el título de “Del Rigor De La Ciencia”, en donde logra transmitir esta idea de manera bella y contundente: “En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el Mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el Mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el Tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él.”

La mente puede comprender ciertas cuestiones trascendentes y ayudarnos en nuestro camino. Entonces ¿Cómo encontrar esa mente activa, esa mente que puede ir más allá de las dualidades? La respuesta está relacionada con poner en movimiento lo sensible. Lo sensible desde mi emoción y lo sensible desde mi cuerpo. Si en el momento de reflexión puedo “llamar” a mi sensibilidad física y a mi sensibilidad emotiva, o a alguna de las dos, esa dualidad mental ordinaria se transforma y de esa manera puedo ver aspectos diferentes en las cosas. Ver un poco más allá.

Con la mente uno construye modelos para comprender la realidad. A veces, esos modelos funcionan muy bien, es decir, me describen la realidad en forma ajustada. Pero el modelo no es la realidad. Para percibir la realidad es necesaria una percepción emocional, una percepción que me permita llegar a la esencia de las cosas.


(1) Poema de Samuel Taylor Coleridge.
¿Qué tal si durmieras?
¿Y qué tal, si dormido, soñaras?
¿Y qué tal, si en tu sueño, fueras al paraíso
y allí recogieras una rara y bella flor?
Y qué tal, si cuando despertaras, ¿tuvieras la flor en tu mano?
Ah, ¿entonces qué?

2 comentarios:

Sol Lunar dijo...

Realmente magnifico texto. He viajado con cada palabra y cada parrafo, meoldioso y bello, llenos de verdad, tal y como explica el camino de descubrimiento. Yo soy una de esas. Gracias por compartir-se















Sobre las ideas de Gurdjieff dijo...

Muchas gracias a ti por tu comentario